A veces hay cosas en este mundo que no tienen explicación por mucho que se analice y se reanalice la situación desconcertante en cuestión. Yo, verbigracia, me pregunto a diario cómo es posible que cada vez seamos más parados en España, por qué el mundo está cada vez más en tensión, hasta cuándo van a seguir pasando hambre en África... y sobre todo, por qué juegazos como la copa de un pino pasan tan desapercibidos entre la muchachada y otros que son auténticos petardos de verbena calan tan hondo. Del segundo grupo me ahorraré dar nombres; del primero, el de los cruelmente infravalorados y olvidados, me basta con decir uno: Sparkster, un señor juego programado por la insigne Konami allá por 1.994. La afortunada de tenerla entre sus filas, la Super NES.

 

Es difícil entender por qué un título de tamaña calidad pasó tan de puntillas por El Cerebro de la Bestia. Posiblemente le pesó demasiado ser secuela indirecta (o spin-off, ya que pocas cosas se conservan del original aparte del prota) del genial Rocket Knight Adventures de Mega Drive/Genesis; ni idea, pero lo cierto es que no tuvo ni de lejos el reconocimiento que creo que se merecía, reconocimiento que yo sí pienso darle en esta página a la voz de... YA.