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  Historia del juego
 


Era una oscura y fría noche en la isla Kong. Donkey y Diddy se encontraban en la reserva de plátanos que durante tantas y tantas generaciones había servido de alimento al clan Kong, vigilándola minuto a minuto ante el insistente rumor que se había generado en los últimos días de que los kremlings, enemigos mortales del clan, habían planeado robarla para así matar de hambre a todos sus miembros. Poco a poco el cansancio se apoderaba de Donkey, tanto que por momentos le costaba la propia vida mantener abiertos los párpados. "Vete a dormir, yo seguiré con la vigilancia", le dijo su buen amigo Diddy. Tras una sonrisa de complicidad y confianza en sus posibilidades, el gran gorila dejó al pequeño mono al cuidado de los plátanos.


Al rato, y a pesar de los evidentes síntomas de cansancio, Diddy comenzó a escuchar pisadas que se acercaban progresivamente a la reserva. "¿Quién está ahí? ¡Da la cara!", gritó. De repente, un grupo de kremlings se abalanzó sobre él, dejándolo inconsciente. De este modo, y tras meterlo en un barril y lanzarlo bien lejos, los kremlings tenían vía libre para apoderarse de los plátanos. "Estupendo, King K. Rool se pondrá muy contento cuando vea lo que le llevamos", decía uno de ellos. "Igual nos aumenta el sueldo y todo", decía otro, que de tonto no tenía ni una escama.


A la mañana siguiente, Donkey se levantó y se dirigió a la reserva para ver cómo estaban Diddy y los plátanos. La cara de terror que puso al ver que ni uno ni otros se hallaban en el lugar dejaría con el culo al aire al mismísimo El Grito de Edvard Munch. "¿¿Qué ha pasado aquí, dónde están los plata... dónde está Diddy??", exclamó con los ojos desencajados. "¿Que dónde están?", le increpó su abuelo Cranky, que se había acercado al lugar. "Los plátanos están en poder de los kremlings en estos momentos. Eso es lo que pasa cuando dejas a un mocoso hacer el trabajo que a ti te correspondía. ¡So inútil!", blasfemó el viejo mono cascarrabias. "¿Dónde está Diddy?", le preguntó Donkey. "No tengo ni idea", respondió Cranky, "pero más te vale que lo encuentres y que juntos enmendéis el error que habéis cometido. ¡Ay, si yo fuera 20 años más joven...! Esos kremlins iban a ver cómo se las gasta un Kong", concluyó entre lamentos.


Haciendo caso a su ancestro, Donkey comenzó primero la búsqueda del benjamín de los Kong: ya habría tiempo de pensar en las bananas. Media hora después, encontró un bárril enganchado en lo alto de una palmera del que parecía se escuchaban voces en su interior. El gran gorila subió a lo alto y tiró el barril al suelo, haciéndose añicos y liberando a Diddy. "Gracias por salvarme, Donkey. ¡Pero la próxima vez ten algo más de delicadeza, leñe!", se quejó el pequeño. Y así, juntos, comenzaron la aventura más grande y arriesgada de sus vidas. ¿Conseguirían traer de vuelta todos los plátanos robados o por el contrario los apestosos kremlings les harían fracasar en el intento? Habrá que averiguarlo, ¿no?





 
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